viernes, 9 de diciembre de 2022

Nueve de diciembre. Seis tabletas de turrón. Y, por fin, la lluvia.

 Sigo sin ganas de nada. 
Es más: cada día aumenta mi desgana frente a la idea de hacer cosas. 
A veces hago algo y, casi, me quedo con la sensación de haber hecho un enorme esfuerzo, un gran trabajo. Ayer, por ejemplo: tiré unos cuantos pares de calzado que ya no usaba (fundamentalmente por deterioro: dos pares de sandalias de verano que hace dos se rompieron, pensé en que igual tenían arreglo y ni me molesté en intentarlo porque ya sabía que no lo tenían; unas deportivas que exteriormente no estaban mal, pero interiormente se estaban deshaciendo...y llevaba ya un par de años en que raramente me las había puesto; unas botas de lluvia a las que les entraba ésta, unas deportivas blancas muy baratas que compré pensando en el mismo uso y que tenían el mismo problema: les entraba agua si me las ponía lloviendo...., seguro que alguna cosa más). Llené tres bolsas medianas. Y no sé porqué no había tirado aún, porque simplemente estaban ocupando espacio en el cuarto de la lavadora. Bueno, pues algo tan simple y que no me llevó mucho más de cuarenta minutos hacer, incluido el ordenamiento de los estantes zapateros...me dejó la sensación de haber hecho una enorme tarea. 
A mí, que siempre fui hiperactiva. Que hacía doscientas tareas a la semana, tres o cuatro a la vez, que las horas del día me parecían pocas y a  veces me preguntaba cómo había hecho tantas cosas esa semana, si solo tenía siete días, si cada uno de ellos apenas veinticuatro horas y algunas las dedicaba a dormir...

Nueve de diciembre. Casi navidad. Con los regalos por comprar, poco presupuesto (aunque no quiero pensar en eso), con absoluta desgana hasta por comprar los dulces navideños. Ayer por la tarde fui al 'gran almacén' por excelencia y compré los turrones. Mi idea era comprar los tres básicos; una promo de ésas rebuscadas me hizo comprar ¡¡¡seis tabletas!!! porque la promoción era, precisamente, que comprando seis sólo te cobraban cuatro. 
Seis tabletas de turrón. Que luego apenas pruebo y que son la razón por la que en casa tenemos turrón hasta la primavera. Entiéndase por 'casa' la de mi madre, claro. Yo suelo comprar una tableta de turrón 'del blando' y doy de sí..., o mejor dicho, olvido en el frigorífico. De hecho, tengo media tableta del año pasado...
Compré un panetone hace dos o tres semanas (es de los pocos dulces que me entusiasman), compré bombones de chocolate negro con cereza al licor hace unos diez días (que me encantan), compré roscos de vino con almendra hace unos días (mi 'polvorón' favorito), compré esta semana una bandeja de frutas escarchadas 'de diseño'. Ni los he probado. 
Diciembre y a dos semanas para navidad. Cuando me parece que apenas ayer estábamos en plena ola de calor, ese verano sofocante y absurdo que ha sido el de 2022.

Estas navidades van a ser aún más raras de lo habitual.
En mi casa tampoco tenemos pensado celebrar nada. Cenaré con mi madre 'las dos noches' y, claro, comeré 'los dos días', y poco más. 

Además, estoy muy preocupada por él. 
Desarrollaré estrategias mentales para no pensar (demasiado), pero estoy preocupada. Sé que todo va a salir bien (de eso tengo absoluta certeza), pero no por ello voy a dejar de preocuparme. Aunque sea la primera vez en mi vida en que saber que alguien a quien quiero va a pasar por un quirófano (anestesia general, intervención complicada y de varias horas) me alegra. Porque es para bien, para bien para él. Y porque lleva demasiados meses esperándolo.
Estaré semanas..., meses, sin hablar con él. Aunque también eso ya lo conozco, ya he pasado por ello: el año pasado fueron más de cuatro meses de imposibilidad. La diferencia es que esta vez es porque está encaminada la solución; el año pasado, porque había acontecido el problema. Por decirlo de una manera simple. 
A  estas alturas (y creo que desde hace mucho) lo único que de verdad me importa en mi relación con él es que esté bien. Supongo que porque ya no me queda ningún argumento que me haga creer que hay algo más entre nosotros, algo más que mi interés por él. 
Sé que tendría que escribir sobre ello, sobre esta no-relación. Que me ayudaría psicológicamente. 
Pero estoy muy cansada.
Nueve de diciembre. Llueve, por fin llueve en Madrid. 
Y hasta eso, casi, ni me importa.


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