sábado, 25 de febrero de 2023

Todo el día tan cansada...

 No sé si existe el cansancio crónico. Pero si existe, fijo que es eso lo que me ocurre.

Me levanto cansada. Paso todo el día deseando que llegue la noche para descansar (no exactamente para dormir, sino para descansar). Salgo del trabajo agotada, aunque no haya hecho el menor esfuerzo. No me apetece hacer nada. Ceno cualquier cosa, algunos días no me ducho (me lavo como los gatos, por partes), procuro no tumbarme en el sofá para no quedarme dormida hasta casi el amanecer. 

Mis sueños son raros. Sueño que estoy adormecida esperando que suene el despertador, y realmente es eso lo que me pasa una hora antes de que suene, así que el timbre me despierta realmente de un sueño raro en el que estoy adormecida esperando...

Esta semana he cenado pizza dos días, pollo empanado de búrguer otros dos. En realidad no me gusta ese tipo de comida, pero... Hoy, además, he subido comida del restaurante chino y eso es lo que he comido y cenado. En el frigorífico tengo repollo, coliflor, lechuga. En realidad es eso lo que me gusta y no la comida basura. Pero..., no sé. Estoy cansada. 

Me siento hinchada y me consta que lo estoy. Las uñas, más que romperse se me deshacen. El pelo no se me cae, pero se me parte. Voy rotando la ropa todas las semanas, ropa que ni me molesto en guardar y que reposa entre el piecero de la cama, el taburete vietnamita y el baúl pequeño. Los sábados lavo algunas de esas prendas, a veces en lavadora, otras a mano. Hoy tocaba la segunda opción: he lavado dos pantalones tipo malla, además de dos sujetadores y varias bragas: no soy capaz de reunir ropa suficiente para poner una lavadora. 

Hoy hace frío de invierno. Tras un comienzo de semana entre primaveral y casi veraniego, el jueves llegó el frío de repente. Mucho frío. Así que volví a ponerme el abrigo, los calcetines de lana, a echar la manta sobre la colcha. 

Los días solares empiezan a alargarse a toda velocidad. Cada día anochece más tarde. Ya desayuno con luz natural. 

Mi trabajo es un espanto. Buen horario, sitio con luz natural, no llego a tener que atravesar Madrid para llegar. Sueldo base de supervivencia. Nos traen fruta dos o tres veces por semana, hay máquinas donde rellenar las botellas con agua fría (y donde se podría hacer té porque también filtran agua caliente, pero no se pueden tener tazas sobre la mesa del trabajo. Esas normas absurdas del mundo de la televenta). El edificio tiene 14 plantas: subí a la última hace unos días y las vistas son impresionantes. La empresa en que trabajo está en la tercera planta y tiene el office en la semisótano.

El trabajo en sí, como he dicho, es un espanto.
Y yo estoy cansada, todo el día tan cansada...

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