sábado, 1 de julio de 2023

Cafés con aplazamientos sucesivos. Y muchas cosas y en realidad muy pocas.

 Sé que me enamoré de él en el verano de 2010. Sin esperarlo, desearlo ni, quizá, quererlo. Y como pasan estas cosas, sin que tampoco haya demasiada explicación para ello.
También sé que él no se enamoró de mí. Ni en esos momentos ni nunca.
Imagino que eso también lo supe en esos momentos. Mejor dicho: es que nunca me planteé otra posibilidad.

Empezamos a quedar algún viernes por la tarde para tomar café. ¿Por qué viernes? Porque era el único día de la semana en que mi turno de trabajo era 'de mañana'. El resto de la semana era turno de tarde (de 13:00h a 21:00h), los viernes pasaba a ser de 10:00h a 17:00h. Treinta y nueve horas semanales, convenio de telemárketing.

Quedábamos a partir de esa hora. En realidad, él aparecía cuando quería o podía (siempre, durante todos los años que duró nuestra relación...o lo que fuese aquello, elegí la segunda opción. Jamás se me pasaría por la cabeza que pudiese ser la primera. La más lógica, en realidad). Algún viernes le esperé en vano, aunque hubiésemos hablado/nos hubiésemos enviado mensajes durante la semana y hubiéramos quedado en vernos. En esos casos pensé que, simplemente, yo lo había entendido mal. Jamás se me pasó por la imaginación pedirle cualquier tipo de explicación al respecto. Nunca.
Quedábamos para tomar café y éste se alargaba hasta las ocho y media, quizá nueve de la noche, que en pleno verano no es noche sino tarde. Luego él ya había quedado con otra, otras personas (más de una vez y de cinco recibió mensajes donde le recordaban que estaban esperándole en tal o cual sitio, hasta en la puerta de su casa creo que me dijo alguna vez). Quedaba conmigo, por tanto y también, para hacer tiempo. 
Y quedaba conmigo en ese barrio (a cinco minutos andando de donde estaba mi lugar de trabajo, que fue donde nos conocimos meses antes; en teoría más o menos cerca de su casa, que nunca supe dónde era realmente) supongo que porque le sería lo más cómodo para luego ir donde o con quien hubiese quedado. O para volver a su casa, a su realidad, con los realmente suyos..., no sé. 

Yo me lo creía todo. O igual simplemente fingía creérmelo todo, aunque ni yo mismo reconociera estar dándome cuenta de muchas cosas.

La excusa para quedar conmigo..., en realidad era ninguna. La realidad es que yo seguía trabajando en esa empresa y él no. En aquella empresa que no le interesaba nada, pero nada de nada, y donde lleva (de nuevo) más de diez años trabajando. Yo salí de allí en el verano de 2011 y sin la menor intención de volver. 

A veces he fantaseado con respecto a algo. Qué habría pasado si, cuando aquel junio de 2010 me llamaron par volver (nos había despedido en abril, con un cierto compromiso de recontratación) yo hubiese dicho que no, que no volvía. ¿Le habrían contratado a él? (no lo hicieron en esos momentos, yo no lo supe hasta después de aceptar). ¿Habríamos seguido viéndonos? 
Nunca lo sabré, claro. Pero a estas alturas tengo ese casi 100% de certeza de que, de no haber estado yo trabajando allí (y él no) no nos habríamos seguido viendo. No habría tenido el menor interés en saber nada de mí.
No le interesaba en lo más mínimo esa empresa. Pero era nuestro nexo de unión...y el principal tema de conversación, al menos inicial en esos días. 

Cuando dejé definitivamente la referida empresa ya era verano de 2011. Y nuestra relación ya incluía noches en mi casa.

Los cafés de los viernes en aquel barrio aún existían en ese primer semestre de 2011 (pocos, pero alguno existió) pero nuestra relación ya era un contínuo 'aplazamiento sucesivo'. Quedábamos para vernos e ir a mi casa. Lo cancelaba en algún momento, aplazándolo para la semana siguiente...donde podía volver a aplazarlo. Sucesivamente. 

En realidad, nuestra relación fue un 'aplazamiento sucesivo' desde la primera vez en que le propuse que quedásemos para tomar un café en abril de 2010, cuando había pasado una semana más o menos de nuestra salida de la empresa en que nos conocimos. Lo aplazó para el día siguiente, volvió a aplazarlo para el siguiente lunes, nos vimos, me propuso que nos viésemos de vez en cuando para repetir ese café compartiendo mesa, quedó en que nos veríamos la siguiente semana...y estuvo aplazando cita hasta principios de junio. Justo cuando yo volví a dejar la empresa (aquel mes de mayo estuve haciendo una especie de 'refuerzo' en una campaña muy corta y en otras dependencias) y justo antes de que volvieran a llamarme, dijese que sí y a él le propusieran volver pero con un horario reducido. Y dijo que no.

Nunca tuvo demasiado interés en mí. En aquellos días su principal interés era que yo seguía trabajando en esa empresa.
Y, aún así, yo me enamoré de él ese verano.

Porque parecía que teníamos muchas cosas en común (a estas alturas pienso que, simplemente, buscaba algún tema que supiese que podía interesarme para tocarlo...y luego ya hablar de sí mismo), porque me reía con él, porque empezó con un tonteo de tipo sexual en el que yo empecé a colaborar... Y porque me gustaba como hombre. De no haber sido así, imagino que tampoco el tema habría ido a más. Me gustaba y tonteaba conmigo.

Me gustaba. Tonteaba conmigo. Quedábamos para tomar un café de dos horas y pico. Por la noche quedaba con otra u otras. En el transcurso de la semana volvía a proponer-confirmar un nuevo café de viernes por la tarde en que volveríamos a hablar de qué pasaba en la empresa donde yo trabajaba (y que a mí no me despertaba el menor interés. Y menos sin él). Me hablaría del concierto que estaba preparando con unos amigos de toda la vida, para finales del verano (supongo que el concierto se celebró. Otra suposición a estas alturas que jamás cuestioné entonces. Obviamente ya me da exactamente igual lo que fuese o no verdad). Tontearíamos otro poco, llegando ya a fantasear con quedar en mi casa. Le llamarían para recordarle que le estaban esperando. A mí él cada vez me gustaría más. Esperaría el siguiente café, quizá la semana siguiente o dentro de dos o tres. Pasaba el verano (ese verano no tuve vacaciones, cubrí las vacaciones de toda la plantilla), los días se iban acortando. Me gustaba verle. Me gustaba, incluso, esa cierta clandestinidad de nuestros encuentros (hoy lo veo absurdo. Bueno, no lo veo absurdo: veo lo que es. Lo que es siempre que alguien queda de manera casi clandestina con otra persona). Empezaba a creerme que pudiese ser verdad que aquel proyecto casi en broma de 'un día te vienes a dormir a mi casa' de veras pudiera ser algo que le interesase hacer. 

Cafés con aplazamientos sucesivos.
Han pasado trece años. 
Y muchas cosas y en realidad muy pocas. 

No recuerdo cuándo fue la última vez que quedé con él en aquella cafetería, pero supongo que hace más de 12 años. 
La última vez que yo estuve, ya sola claro, por aquel barrio fue en las navidades de ¿2016, 2017?, aunque alguna vez más (¿tres, cuatro?) lo he atravesado en autobús tras haber quedado con él para tomar café en el barrio donde, en teoría, vive. A estas alturas supongo que también debería tener claro que no, que no vive por allí. Que era parte del juego de la clandestinidad. Que iba expresamente y que por eso alguien le había llevado o le pasaba a recoger para ir a otro sitio o se iba a otro sitio en autobús (curiosamente en la zona hay una especie de intercambiador, varias líneas de buses urbanos y una estación de metro). 
También de eso ha pasado mucho tiempo. Calculo que más de dos años.

No sé porqué escribo sobre esto hoy. O no sé porqué no he escrito sobre ello antes, o quizá sí he escrito o...

Quizá porque ya estamos en el mes de julio. Porque llevo nueve meses sin verle y casi siete sin hablar con él y supongo que pasará mucho tiempo antes de que cualquiera de las dos cosas vuelva a pasar (y aunque pase, ya no será lo mismo. Ya no será nada). Porque ya ni se molesta en responderme si le mando un mensaje (y si me responde, volvemos a los aplazamientos sucesivos. En ese caso, del hecho de llamarme para hablar brevemente de cómo está). O porque tarde o temprano tenía que reconocer, negro sobre blanco, que una relación que ha conllevado unos 30, quizá 40, encuentros en más de doce años no es normal, nunca ha sido normal si se quiere creer que de veras era una relación sentimental.

Yo me enamoré de él en ese verano de 2010, alargando cafés en encuentros casi clandestinos que se aplazaban sucesivamente. 
Él nunca me quiso. Nunca fui otra cosa que lo que era en esas tardes: una fuente de información sobre qué pasaba en un sitio que en teoría tampoco le interesaba, una forma de hacer tiempo para ir a pasar el resto de la tarde, la noche o el fin de semana con quien o quienes de veras eran parte de su vida.
Ha pasado mucho tiempo. De todo.

Quizá solo me queda poder escribir sobre ello, antes que se me olvide todo o quizá para ayudar al olvido. O para tener la certeza de que no me lo imaginé todo, o porque tal vez ni siquiera existió nada de aquello y ni él existe, pero quise creerlo. 
Escribir sobre ello hoy, cuando quizás ya incluso aquel amor dé igual.

No hay comentarios: