Si algo tuve claro, siempre, en mi relación con 'M' es que yo le gustaba como mujer. A veces, mucho. Y que lo supe desde el día en que le conocí.
Poco tiempo después además supe que de hecho le gusté desde la primera vez que él me vio a mí, un año antes.
(Que estuviese un año intentando conocerme ya es otro tema. Y lo podemos ver como algo muy bonito y muy romántico o como simple acoso que no le salió bien porque la gente de mi entorno que nos conocía a ambos no quiso presentarnos. Y al final me terminó conociendo cuando y por el método que menos se esperaba. Pero esto es otro tema…y sobre él ya escribí en el pasado en este mismo blog).
Le atraía físicamente. Le 'ponía'. A 'M' le gustaba mucho el sexo y le gustaban mucho las mujeres (imagino que le seguirán gustando). Y le gustaba yo y le gustaba el sexo conmigo. Raramente desperdició una oportunidad para follar conmigo si tenía la oportunidad (quizá la excepción fue la última vez que le vi. Y tal vez por eso fue la última vez). Al principio lo hacíamos cuando y donde se podía (como ya se sabe: estaba casado y tenía dos hijas pequeñas. Y yo tenía poco más de 20 años y, por descontado, vivía con mis padres. Había que buscar ocasiones y lugares).
No podría decir si era o no generoso en el sexo. Sí le gustaba probar cosas y sé que yo era una de las vías para hacerlo. Recuerdo momentos en que me lo pasé muy bien con él, recuerdo momentos en que no me apetecía nada y aún así accedí. También que era él quien 'coordinaba' lo que hacíamos, cosa que tampoco me parecía mal. Igual porque en algún momento debí tomar la iniciativa y no fue bien recibida, aunque tampoco podría asegurarlo.
Nuestra relación, eso sí, tuvo dos épocas muy diferenciadas. La primera fue en la que además fue mi jefe. Y todo fue de mal en peor: a mí aquello no terminaba de gustarme (aunque los pocos encuentros sexuales fueron muy intensos. Y alguno muy poco agradable para mí), él tenía un conflicto emocional importante al respecto y eso conllevó que acabase tratándome fatal como empleada (en un par, o quizá más, ocasiones me dijo que estaba muy enganchado conmigo, que tenía una familia y se sentía culpable…y aquella frase-afirmación-duda de 'me da miedo seguir contigo porque si sigo voy a terminar dejando a mi mujer. Y aunque lo haga creo que tú tampoco querrías quedarte conmigo'). Fueron los tiempos en que llegaba la hora de cerrar y se quedaba solo y hasta casi a oscuras en su despacho, fingiendo tener algo que hacer…simplemente para no llevarme en el coche (yo nunca se lo pedí, por cierto) para luego ver desde el bus cómo nos adelantaba y procuraba que yo lo viese, metiera el coche en el garaje y esperase para verme pasar, mirarme…y estar seguro de que yo lo había visto todo.
Esos tiempos raros.
Cuando dejé de trabajar con él hacía meses que habíamos dejado de tener sexo. Eso también lo decidí yo tras un encuentro donde dijo demasiadas inconveniencias, puso demasiadas condiciones…y me hizo sentir como una basura. Decidí terminar cuando le pedí un beso de 'hasta mañana' y me lo negó, alegando escandalizado que nos podría ver alguien. Cuando nunca le había preocupado besarme en la boca en plena calle.
Los más de 5 meses siguientes, hasta que decidí dejar de trabajar con él, me buscó y le rehuí. Me insinuaba cosas y no me daba por aludida. Seguía con otras (nunca dejó de estarlo) pero se me quedaba mirando…y yo conocía esa mirada.
Pasaron dos años y medio. Pasaron otras cosas, no le llamé, no le busqué. Me lo encontré casualmente alguna vez (trabajábamos muy cerca). Y…hasta que le llamé un día, sin dobles intenciones y sin localizarle y sin dar importancia al hecho. Y me devolvió la llamada días más tarde. Y…
Cuando casi dos meses después de aquella llamada y con varias llamadas en medio volvimos a vernos (me vino a recoger en la puerta de casa. Sabía dónde vivía, pese a que nunca me había traído ni llevado) volví a tener claro que seguía atrayéndole. Y él a mí. Porque media hora más tarde estábamos teniendo sexo en su coche.
Pasaron siete años. Muchas cosas. Muchas semanas de no vernos. Bastantes encuentros muy tórridos. Nunca le pedí nada, nunca planifiqué nada. Curiosamente, yo le tenía más respeto a su familia que él (yo no estaba casada ni tenía compromiso con nadie. Él sí. En esos años sus hijas pasaron de ser las niñas que alguna vez dejó a mi cuidado en la oficina a ser dos adolescentes avanzando hacia la vida adulta). A veces…, a veces su actitud decía algunas cosas, algunos planes de futuro común. Pero yo jamás le planteé nada.
Nunca dormimos juntos. Tampoco cuando yo ya vivía sola (y cuando, curiosamente, más se espaciaron nuestros encuentros. También porque él ya había abierto otra oficina en su pueblo). Alguna vez, antes de esos días, sí planteó que cuando su familia estuviese fuera iríamos a pasar la noche juntos a algún hotel… Nunca lo hicimos, nunca me desperté a su lado.
Por eso tras él no quise ese tipo de relaciones, de 'quedar a echar un polvo y me voy a casa'. Porque con él tampoco me sentía bien cuando ya existía otra alternativa y seguía siendo ese el plan.
En esta segunda etapa, ya sin la menor vinculación profesional y, por tanto, sin sentir que tenía obligación alguna (sí, en la primera época sí sentí eso a veces y por eso también corté con él), tuvimos encuentros rápidos y encuentros de horas. Y siempre, siempre, tuve la seguridad de que estar conmigo 'le ponía'. Un mediodía-casi tarde batió su propio record con ¡¡tres veces!! en menos de una hora. Evidentemente tenía muchas ganas de verme…o, al menos, muchas ganas de sexo.
Tenía, tiene, 15 años más que yo. Pero cuando empezamos no tenía 40 años. Y cuando dejamos de vernos no había cumplido los 50. Pero…aquellos 40 no eran mentalmente los actuales. Haber nacido en un pueblo muy pequeño en los años 50, en una familia muy tradicional…le hacían bastante machista, entre otras cosas. Muy conservador para casi todo…y curiosamente muy abierto de miras en el sexo. O no. Tener una amante veinteañera estando casado, en el fondo, era una situación de lo más clásica.
No llegamos a cortar nunca. Aquella tarde fui a visitarle a su oficina, me trajo hasta mi barrio y se despidió deprisa y corriendo, parando el coche frente a mi portal y quedando en vernos en breve.
No volvimos a vernos.
Un mes y medio antes yo había pasado tres de los peores días de mi vida, cuando de golpe me enteré que lo vendía todo 'por enfermedad' y se iba a vivir fuera (no, la enfermedad tampoco era el motivo).
Quizás esos días decidí, inconscientemente, que aquello tenía que terminarse. Porque yo sí había estado esperando, esos últimos años, a que su hija menor cumpliera la mayoría de edad…para proponerle que, de una vez por todas, empezásemos a oficializar lo nuestro. Bueno, no oficializar no es el término: simplemente que se viniera a vivir conmigo. En esos días su mujer estaba trabajando (no lo hacía cuando nos conocimos. Es más, él la trataba como a una analfabeta. Ella en esos años se sacó los estudios primarios, el bachillerato y creo que alguna cosa más. Las veces que coincidí con ella cuando trabajé en la empresa de su marido me cayó muy bien. Era de ese tipo de chicas que, en otras circunstancias, habría tenido como buena amiga), su hija mayor había empezado tres años antes la carrera militar y la menor iba a empezar la universidad. No se quedaban desamparadas. Pero…
Pero no pudo ser.
Aquel final de primavera y comienzo de verano que marcó el fin de nuestra relación no tuve la oportunidad de plantarle nada.
Días más tarde de aquella última tarde mi vida familiar se puso patas arriba.
Y.., y hasta un año más tarde no volví a hablar con él. Apenas un rato, por teléfono. Ni siquiera recuerdo el motivo.
No volví a verle ni volvimos a hablar. Sé, estoy segura, de que un año más tarde estuvo intentando localizarme. Durante días, bastantes días.
Porque fueron muchos días de llamadas a mi móvil desde un número oculto. Y llamadas al teléfono de mis padres, también desde un número oculto y a mediodía (la hora en que se me podría encontrar allí…si no estaba en mi casa). No se le ocurrió que yo podía haberme llevado uno de los números de mi empresa cuando cerramos a principios del 2005 (como sí lo pensaron otras personas y me localizaron sin problemas) y que ése sería mi teléfono fijo. O igual tampoco pensó que yo siguiese viviendo sola en el mismo sitio donde me dejó la última vez y no vino a buscarme. O lo hizo y yo no estaba en casa.
¿Por qué escribo todo esto? Por nada concreto.
'M' dejó de ser parte de mi vida hace 20 años. De hecho, por eso no cogí el teléfono aquella primavera de 2005 de insistentes llamadas, por eso dejé de atender llamadas de 'números ocultos'.
Él incumplió su promesa de 'volveré en unos días, y estaré en Madrid en septiembre, cuando María empiece la universidad'.
Y yo decidí que, puesto que él no volvió cuando dijo que lo haría, yo no estaría tampoco esperándole si un día tenía ganas de verme.
Nuestro final fue entre el final de la primavera y el comienzo del verano.
Debimos habernos conocido el 20 de junio, día en que se pasa de la primavera al verano.
Nos conocimos el 24 de junio. Comienzo extraoficial y casi mágico del verano.
Hoy hace ya 33 lejanos años.
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