martes, 18 de junio de 2024

Tras componer el puzzle.

 En teoría iba a estar dos o tres días en Madrid y aprovecharía para, entre otras cosas, quedar conmigo y, al menos, que nos tomásemos un café. O dos o media docena. 

Eso me lo contó hace meses. Una de las rarísimas veces en que hablamos, imagino que un sábado o un domingo a mediodía. Vendría en mayo para varias revisiones o pruebas o lo que fuese que tocara. Creo que incluso me lo debió contar todas las veces, pocas, en que hablamos. Y creo que me lo dijo siempre porque en una de esas ocasiones hasta me dijo que podía dedicarme un día entero (¡¡¡24 horas!!!). No sé. Imagino que me lo creí. Sí recuerdo que llegaba el metro, que era domingo a mediodía y que yo estaba en Leganés. 

Siempre me lo creía. Siempre le creía. 

Le creí cada vez que me dijo que la semana siguiente, o la siguiente a la siguiente, tenía que venir a Madrid a algún tema (normalmente médico) y aprovecharía, aprovecharíamos, para quedar y vernos un rato. 

Empezó a decírmelo a finales de agosto. La última vez que nos vimos. Que igual la semana siguiente no, pero sí dentro de quince días. Tenía que volver y quedaríamos. Ya me avisaría. 

Y me lo dijo en septiembre. Y en octubre, cuando de hecho yo tenía planificado empezar a trabajar cerca de donde él vivió de crío y hasta días antes quedamos en que nos veríamos, que me avisaría para quedar a la salida de mi trabajo y así se daba una vuelta por el que fue su barrio...

No empecé aquel trabajo. Pero aunque lo hubiese empezado, él aquel lunes no vino a Madrid. Y tampoco me llamó para decirme ni eso ni lo opuesto.

Y siguió, las pocas veces en que me respondía a los whatsapp mientras aún vivía oficialmente en Madrid pero apenas estaba aquí, proyectando 'tomarnos un café tal día', sin que ese día ni ese café llegasen nunca. Aunque, por descontado, sé que sí venía a aquellas revisiones médicas. Y seguramente no era cierto lo que luego diría de 'es que llegamos y volvimos en el día. Es que nos daba tiempo a comer ya en casa'. Simplemente yo no era parte del plan.

Yo siempre fui la alternativa a cuando el plan le fallaba. 

Cuando cancelaba, siempre a última hora, un encuentro conmigo no era porque le hubiese surgido un impedimento inesperado, sino porque el plan inicial para el que yo era 'el plan B', al final se había concretado. 

Y yo no era capaz de darme cuenta.

No me estaba dando cuenta de nada. Precisamente por lo evidente que era todo.

Mañana estará en Madrid. 
Pero volverá a mediodía a su casa de Segovia. 
La versión oficial es ésa.
 

En el fondo no me la creo, pero tampoco me voy a cuestionar nada.

He estado hablando con él...¿una hora, hora y media? No puedo asegurarlo. 
Sin planes. 

Y..., y es imposible que me pueda doler más. Que todo me pueda doler más de lo me está doliendo ahora. Que me pueda faltar el aire de este modo y pese a eso conseguir respirar. 

Sé que no voy a volver a verle. Es algo que está ahí. Que, en el fondo, sé desde el verano pasado aunque cada vez que me ha dicho que quedaríamos para vernos me lo he creído. 

Y no puede doler más. 

Catorce años. Catorce años de mi vida para no conseguir nada, para no tener nada. Para solo haber dado, catorce años a base de cancelar disfrazándolo de aplazamiento. 

Sé que debería bloquear su teléfono en mi móvil. No volver a hablar con él (hoy me ha llamado porque ayer le llamé yo y vio mi 'llamada perdida'. La última vez que hablamos fue el 12 de mayo). Sé que no tiene el menor interés en mí. Que no lo tuvo nunca o dejó de tenerlo hace mucho.

Que no te quieran duele muchísimo. No hay nada que duela más. 

Que, además, te hayan estado engañando durante años y darte cuenta de que no has querido reconocer lo que en el fondo estabas viendo es demoledor. 

Y componer el puzzle (lo compuse hace meses. Tenía todas las piezas sobre la mesa y me negaba a creer que la imagen que saldría de juntarlas era lo que estaba viendo) y confirmar que la verdad era, sí, ésa... No sé. 

No hay nada más doloroso que esto. 
No hay humillación íntima peor que saber lo que ha estado pasando. 

Y que ni siquiera soy capaz de echarle la culpa (no, no me lo ha contado. Pero es que no hace falta. Ya no hace falta ponerle nombre) porque sigo queriéndole. Y la culpa la he tenido, la tengo, yo. 

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