martes, 27 de agosto de 2024

Extraño agosto sin tormentas.

 Van pasando y agotándose mis días de vacaciones.

Desguacé y tiré el sofá. Puse en su lugar dos silloncitos (que perfectamente rondarán los 40 años de antigüedad y que tenía desde que cerramos la oficina, en 2005) con dos cojines de seda salvaje que compré hace más de 20 años, pero el conjunto me gusta mucho: dan como más luz, más frescor al salón.
Limpié a fondo la alfombra. Está cada vez más deteriorada. Pero llevo pisándola a diario más de 20 años. Y si a eso le unimos los años que ya tenía (la heredé), pues son más de 30. A veces pienso en cambiarla, luego me arrepiento y ya no la cambio. No sé, igual el año que viene.
He limpiado y lavado cosas. Las fundas del sofá, alguna alfombra… He ordenado (a medias) el asiento de mimbre del recibidor. Y parte del aseo, tirando algunos cosméticos caducados o que no uso, guardando en un neceser mis barras de labios de Chanel. Aunque probablemente no encuentre ocasiones para usarlas, me gustan mucho incluso como objeto y no sería capaz de tirarlas (ya en tiempos tiré alguna, eso sí).

Ayer dediqué casi toda la mañana a limpiar a fondo la terraza. Llené una bolsa de basura y la dejé lista para posibles tormentas, para que si acumula agua de lluvia ésta se vaya a la calle por el desagüe. Aunque en principio no se prevén tormentas. Es curioso: es el primer agosto sin lluvia torrencial y repentina que recuerdo.
Terminé con los brazos llenos de arañazos. Vivir con cactus tiene esos riesgos.

En el salón sólo me queda por ordenar y limpiar la mesa pequeña, frente al televisor. También es lo que más a menudo ordeno de todo el salón…lo que no significa que esté habitualmente recogida.
De mis planes me quedan el orden de la cocina (mueble bajo, estantería-despensa, montón de cosas sin demasiada razón de ser) y mi dormitorio, especialmente el cajón de la ropa interior. Ése del que debo sacar tantas cosas que no voy a necesitar en la vida, y no solo porque muchas no me sirvan por talla, que también, sino porque no voy a tener con quien o ante quien lucirlas. Y ya no me apetece llevar lencería solo para mí misma. Seguramente hacerse mayor también son detalles como ése.

He comprado varias plantas: dos helechos pequeños distintos a los habituales, una echeveria diminuta, un cafeto, una planta cubierta de bolitas naranjas como cabezas de alfileres decorativos, un anturio… Un anturio, esa planta de flores tan sugerentes, esa planta que ya tuve otras veces, esa planta junto a la que me fotografié un día para enviarle la foto haciéndole notar lo fálico de el aspecto de esa flor y queriendo entablar un coqueteo dialéctico… Que absurdo todo, que intento de llamar su atención con algo que no le interesaba.

Van pasando los días, van acabándose mis vacaciones.
Y escribo recopilatorios o resúmenes tan absurdos como éste para que me dé la sensación de haber hecho algo útil con este tiempo sólo mío.

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