sábado, 17 de agosto de 2024

Sofá.

 Un día, no recuerdo exactamente cual ni en qué contexto, verbalicé 'cualquier día tiro ese sofá. De hecho, no sé por qué lo conservo: nunca ha servido para nada'.

Estaba sentado a mi lado, a mi derecha como casi siempre que venía. Me respondió 'claro que sirve para algo: para que deje yo la ropa cuando vengo'.

Me pareció una respuesta lógica y ajustada a la verdad: sí, era donde dejaba su ropa según se la iba quitando. A veces alguna prenda mía, si me la quitaba él, también terminaba en el sofá inservible. Fue la única utilidad que tuvo ese sofá en veinticuatro años. Eso y llenarse de cojines, servir de asiento cuando vino toda mi familia a comer (de eso hace muchos años), servirme de asiento a mí cuando alquilé el piso y tenía que quedarme a esperar que me trajeran algún mueble y antes de que llegase mi sofá de Ikea, dejar alguna prenda recién retirada de las cuerdas de tender…muy poco más.
Bueno, y servir de soporte momentáneo para apoyar un espejo pequeño y redondo donde, hace algo más de seis años, fui comprobando como la piel de mi cara y mis ojos se iban poniendo cada vez más amarillos, en aquel problema hepático que casi acaba conmigo y para el que, aun a estas alturas, no la medicina no ha encontrado explicación.

No podría afirmar que su frase sobre la utilidad del sofá me hiciese cambiar de idea y desistir en mi intención de tirarlo, cualquier día. Pero siguió siendo el sitio donde dejó su ropa al quitársela cuando vino a mi casa.

Hoy el sofá ya es historia. Está debidamente troceado y depositado junto al contenedor de envases (los trozos grandes) y en el interior del contenedor de residuos varios (los trozos pequeños, gomaespuma, cinchas, funda textil…) los pequeños.

Tengo hinchadas las palmas de las manos y me duelen los dedos. Mañana me dolerán más, seguro.

Y…y no me pregunto dónde dejará su ropa la próxima vez que venga porque sé, desde hace tiempo, que aunque hace casi dos años aplazó y condicionó su siguiente visita a cuando estuviese recuperado…simplemente aquel sábado fue el último. Y creo que él lo sabía.
E igual que el sofá, que en realidad nunca consideré mío, ya no está en mi casa, él tampoco va a volver a estar.
Y es que nunca, por decisión propia, se consideró nada mío.

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