Las fotos ni se tiran ni se rompen. Al menos, no las que tengan personas.
Sí pueden ser cortadas. 'Sacar' de la imagen a quien no queremos que esté. En ese caso, el recorte se puede guardar aparte.
Eso se hace, o se hacía, con las fotos de toda la vida. Las que sólo se podían ver en papel, tras el proceso de revelado.
Mis fotos 'de personas' son básicamente en papel. Me di cuenta de ese detalle hace relativamente poco: aun existiendo la fotografía digital, siempre 'revelé' muchas fotos. Seguía refiriéndome así al proceso de imprimirlas en calidad fotográfica con la correspondiente impresora. Cierto es que empecé a seleccionar un poco y no imprimía todas, solo las mejores. Y a partir de un determinado momento, sólo las imprimía para otros, para entregar a los fotografiados. A mí empezó a bastarme tenerlas en la memoria del ordenador, luego duplicadas en copia de seguridad en una memoria externa de alta capacidad de almacenaje.
Hace muchos años que no coloco una foto en un álbum.
Raramente empleo el móvil para hacer una foto. Sigo siendo 'de cámara'. Incluso las que publico en rrss son fotos hechas con cámara: las paso a la memoria del ordenador y desde ahí las paso a donde haya decidido compartirlas. No les meto filtros. Lo máximo que puedo editar es el encuadre o mejorar un poco la luz. No las retoco. Aunque lo que ve la cámara digital no sea exactamente lo que vieron mis ojos, sí es lo más parecido. Y retocar las fotos me parece falsear la realidad.
No tengo fotos en que estemos juntos.
Alguna vez se lo pedí…o se lo propuse o se lo insinué. Como en tantas cosas, lo dejó para otro momento.
Miento, sí tengo una foto en que estamos juntos. La del último día en que trabajamos en el sitio donde nos conocimos. Foto de abril de 2010. Casi catorce años y medio hasta ahora.
Sí tengo fotos suyas. Hechas por mí, claro.
Hace años que le hice la última. Quizá ocho, nueve años. Cuando entendí que no le gustaba que se las hiciera, paré. La excusa es que no le gusta que le hicieran fotos.
Otra mentira más. Claro que le gusta. Y claro que se las hacen contínuamente, aunque yo jamás las he visto ni las veré.
No quería que yo le hiciese fotos simplemente para que no las tuviese. Sin más. Otro detalle más de que yo era una parte de su vida que no debía existir. Un lugar donde no debía dejar el menor rastro, donde yo nunca pudiese acreditar que había estado.
Tengo una sola foto suya en la memoria del móvil. Ni siquiera la guardé a propósito: se quedó ahí cuando le envié las que quizá fueron las últimas que le hice.
Me hizo gracia que se quedase ahí guardada, casi por iniciativa propia.
Me gustaba encontrármela a veces, sin esperarlo.
Borrar las fotos digitales es muy sencillo: basta con seleccionarlas y tocar el icono 'papelera'. Y confirmar que sí, que queremos borrar esa imagen. Y ya está.
Las fotos impresas no se tiran, no se rompen.
Las suyas las tengo guardadas, junto a muchas otras. Antes estaban más o menos separadas, más o menos localizadas, guardadas en la vitrina del comedor donde guardo muchas cosas. Ahora están en una caja grande metálica, con otras muchas fotos de plantas, fuentes, paisajes, detalles macro…
Pero no se quedarán ahí.
Un día compraré una caja para meterlas aparte. Son pocas.
Una caja para guardarlas, una caja con llave. Una caja de la que pueda pegar la tapa antes de echar la llave. Una caja que me guste mucho y que cierre para siempre. Pegando la tapa. Para que si me da la tentación de abrirla para volver a verle, solo pueda hacerlo rompiéndola. Y por eso tiene que ser una caja bonita, para que me dé pena romperla y no hacerlo.
No sé cuando lo haré, porque para eso tendría que buscar esas fotos en el montón donde están, guardadas ya fuera de mi vista y de los encuentros casuales.
Con él nunca nada fue casual.
Nunca quiso hacerse una foto conmigo. No pude ponerla en un marco, no podré guardarla en un álbum. Tampoco tendré que cortarla para separarnos.
Ya nunca la tendremos.
A mí me hubiese gustado mucho. Y ya da igual.
No hay comentarios:
Publicar un comentario