Primero se soltó la figa negra que llevaba la pulsera roja de hilo de siete nudos. No se perdió: simplemente se soltó de su aro de metal y quedó sobre la mesa de la oficina. Intenté volver a ponerla en su aro, pero en vista de que se diría que éste se había cerrado solo (y que no era explicable que antes estuviese ahí ese colgante) y temiendo que si lo forzaba seguro que la figa volvería a caerse y seguramente esta vez la perdería, opté por guardarla en el monedero. Ya la colocaría cuando tuviese un rato libre.
Luego se soltó el ojo turco del llavero donde llevo las llaves de mi casa y las del portal y buzón de casa de mi madre. Tampoco sé bien cómo. Y tampoco lo perdí, porque se me quedó en las manos al ir a colgarlas del cerrojo una vez cerrada la puerta el pasado domingo. Intenté volver a engancharlo en su sitio, no atiné a la primera ni a la segunda, llevaba prisa porque tenía que hacer algunas cosas y lo dejé sobre una de las cajas de madera en la mesita de cristal del salón que tiene la lámpara auxiliar. Ya la volvería a poner en el llavero cuando volviera por la noche.
Hace un par de días, tras despertarme y levantarme, pasar por el baño e ir a subir el estor de cañizo del dormitorio, vi que estaba en el suelo (y extendida todo lo larga que es) la monstera. Como si se hubiese desmayado en el transcurso de la noche. La maceta estaba tumbada. Por la noche no estaba así, o eso creo. Y es rara no haberla escuchado caer porque es bastante grande. La sujeté volviéndola hacia la pared, porque por las mañanas ando justa de tiempo. Ayer vi que parte de sus hojas se habían girado buscando la luz. Tengo que poner varios tutores para sujetarla mejor.
Ayer había una mariposa en el vagón del tren. La vi cuando llegábamos a Atocha, por la mañana. En un primer momento pensé que era una pluma, seguramente parte de algún bolso, remate de pashmina o incluso relleno de alguna cazadora (que en cuanto bajamos de los 22ºC hay gente muy exagerada que saca la ropa de abrigo). Pero no: revoloteó entre la gente que se ponía en pie para bajar en cuando el tren abriera las puertas y vi que era una mariposa. Otros pasajeros también le dedicaron dos segundos de atención. Mariposa y no polilla. No sé qué hacía en ese vagón ni en qué equivocado momento entró en él.
No sé qué tienen que ver entre sí esta serie de cosas con tan poca explicación como relación ellas. Pero las veo como si se tratase de una serie, una sucesión de episodios. Porque, salvo la caída de la monstera, todo ha ocurrido ante mis ojos y casi lo recuerdo como a cámara lenta…
No sé. La figa de la pulsera de siete nudos, el ojo turco que en realidad son tres ojos en una bola de cristal azul. Una mariposa en otoño y dentro de un tren.
Seguramente no quiere decir nada. Seguramente han pasado muchas otras cosas y no he reparado en ellas, y no necesariamente ahora y tampoco únicamente ahora.
O quizá sí me están avisando de algo.
O tal vez quiero creer que me estén avisando de algo que esté pasando o vaya a pasar.
Y…
Y a veces he pensado que si bien el proverbio dice que 'cuando el sabio señala la luna, el necio mira el dedo'…qué bien me habría ido muchas veces haberme fijado en el dedo y no haber permitido que el presunto sabio me despistase mostrándome algo que conozco desde siempre y cuya única novedad era quien la estaba señalando.
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