Sigo viviendo en estado de agotamiento permanente.
Sigo respirando por mero instinto, que no por ganas.
Algunos días solo me apetece quedarme en la cama, dejar pasar las horas intentando dormir (pero tengo que levantarme, asearme, tomarme un café con dos galletas, ir a trabajar…esas cosas que hacen las personas adultas, esas cosas que llevo décadas haciendo).
Ayer estuve dos horas sentada en el sofá, sabiendo que era la hora de comer y sin ser capaz de tomar una decisión al respecto (¿encargar comida china por teléfono e ir a recogerla, como pensé volviendo del supermercado? ¿salir de nuevo e ir a comprar una bolsa de lechugas y prepararme una ensalada gigante? ¿comprar un par de calabacines y hacérmelos a la plancha? ¿prepararme un poco de arroz con unas alitas de pollo de corral? ¿mirar qué tenía en la nevera o el congelador y preparar algo?). Dos horas de absoluto descentre mental, incapaz hasta de poner el televisor para ver el informativo, que era la idea con la que volví del supermercado en vez de regresar y comprar algo más para prepararme la comida. Incapaz incluso de ir hasta la nevera a ver qué me apetecía. Dos horas mirando a la nada, mordisqueando triskis y con un programa de música clásica en la radio.
Mi vida no va para ningún lado.
Estoy exageradamente cansada. Y no solo físicamente.
Sigo echándole mucho de menos y preguntándome qué hice mal, aún sabiendo que no, que no he hecho nada mal y que no ha sido culpa mía.
Pero ya da igual.
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