domingo, 27 de mayo de 2018

Sin poder llorar.

Y finalmente, baja médica.
Sin fecha fija de alta y sin alternativas. Bueno, alternativa sí: si no aceptaba la baja, parte médico para ingresar en el hospital.

Casi una semana después, sigo cansada. No tanto como antes de empezar la baja, claro, porque suprimir de mi rutina las nueve horas de trabajo (vale, ocho y media, porque paramos media hora para comer. Tenemos una curiosísima 'jornada partida') y las tres y media de transporte público con sus huelgas encubiertas, sus retrasos, sus pasillos inmensos para hacer transbordo, no levantarme a las siete menos cuarto tras estar ya despierta desde media hora antes..., pues tiene que ayudar. Pero al no estar bien y no estarlo desde hace meses..., cinco días de 'reposo absoluto' por recomendación facultativa no van a hacer milagros.

No sé nada de él.
Bueno, sí lo sé: respuesta cortés a un par de mensajes.
Dudé si debía contarle lo de mi baja y, si llegaba el caso, resumirle mi enfermedad. Lo dudé por varias razones y motivos. Y ayer se lo conté (muy resumido, apenas dos palabras) en una respuesta a un sms.

Si hubiese tenido alguna duda con respecto a su reacción, se me habrían despejado. Lo bueno o lo malo es que a estas alturas del año y de todo lo que ha pasado (y sigo sin comprender o sin asimilar, ya no sé bien) ya no me quedan dudas: le da exactamente igual.

Hablamos hace 3 semanas justas. Yo ese sábado ya no estaba bien. Es más, el lunes de esa misma semana creí que iba a morirme (hoy sé que no sólo eran causas psicológicas). Ese sábado creí escuchar el timbre del teléfono entre sueños, sin ser siquiera consciente de estar dormida a mediatarde. Cuando vi la 'llamada perdida' (me dijo que habían sido dos. O igual tres, ya no sé bien) se la devolví. Me respondió el 'buzón de voz', pero me llamó de nuevo de inmediato (teóricamente, su teléfono no refleja el número de quien le llama..., teóricamente, pero me dijo que no le había dado tiempo a coger el teléfono y me llamó...).

Hablar con él..., ¿una hora, más tiempo?,  no sé..., me hizo más bien que cualquier descanso o cualquier medicamento. En ese rato no me dolía nada. Tras colgar el teléfono, tampoco.
Quedó en que volveríamos a hablar el sábado siguiente. Recuperar la rutina de, al menos, la llamada del sábado...

Por supuesto, ese 'sábado siguiente' no me llamó. Ni atendió mi llamada.
Tampoco la siguiente semana, que fue el sábado de la semana pasada.
Ayer ya no confiaba en que lo hiciera (responderme, no cuento con que me llame). Razones conocidas y esperadas de forofismo futbolístico, aunque llamé horas antes del 'partido del siglo'. Acerté.

Y en mi respuesta, sms mediante, a la suya (no estaba en casa) es cuando me decidí a informarle muy brevemente de que estoy de baja médica.

Nunca lo he estado desde que le conozco. Yo no me puedo permitir estar enferma.
Qué más da. A él, al menos, yo le doy igual.

Me duele mucho la piel. La tengo tan seca que si me embadurnase de crema ultrahidratante dos o tres veces al día, creo que podría escribir sin esfuerzo sobre ella (haciéndome heridas) con las uñas.

El efecto del antihistamínico (uno fuerte que llevo dos días tomándome por las mañanas, que me recetaron con el consejo de evitar en lo posible tomarlo, que he de tomar en ayunas y esperar una hora para desayunar) no me aguanta las veinticuatro horas prometidas. Así que paso las noches durmiendo a trompicones, rascándome hasta hacerme heridas, embadurnándome de crema hidratante.

Enlazando pesadillas.

Tengo los ojos tan secos que hay instantes, por la noche, en que hasta me cuesta parpadear.
Y me duele tanto su ausencia, su indiferencia...que ni siquiera soy capaz de valorar si es bueno o malo no tener lágrimas y no poder desahogarme, al menos, llorando.

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