sábado, 15 de marzo de 2025

Falta de tiempo para vivir.

 Trabajar los sábados me descoloca el día.

Y me parece absurdo ese desconcierto: durante muchos años trabajé todos los sábados. Y durante gran parte de esos muchos años trabajé los sábados completos y con jornada partida…
Pero ya había perdido la costumbre.

También me parece absurdo el descoloque cuando simplemente son cuatro horas por la mañana y teletrabajando. Y que será solo un sábado al mes.
Pero lo comprobé el mes pasado (primer mes en que tenía que trabajar un sábado) y lo he vuelto a comprobar hoy.

Aunque sé que esta sensación rara, de desconcierto, no solo es por haber trabajado por la mañana. La semana ha sido complicada. Cada vez más descontrol en las comidas. Quedarme dormida en el sofá y trasladarme a la cama cuando apenas quedan ya dos horas para tener que levantarme. Trayectos que se me hacen larguísimos para ir y volver al trabajo.
Falta de tiempo para todo.
Falta de tiempo para vivir.

Lo de menos ha sido tener que teletrabajar hoy sábado por la mañana.
El auténtico problema es este pasar incesante de días completamente vacíos, estos días que solo son fechas en el calendario. Que me pasan por encima.

Que no significan (ni significarán cuando mire hacia atrás, desde el presente que hoy son días futuros) absolutamente nada para mí.

sábado, 8 de marzo de 2025

Acumular cosas. Faltarme ganas.

 Todos los finales de mes planifico que, para cuando comience el próximo, haré tales o cuales cosas.

O casi debería decir que todos los meses aplazo las cosas, lo dejo 'para el próximo mes, para empezar de una forma organizada'.

Luego me doy cuenta de que ya empezó el nuevo mes, de que han pasado varios días y no ha cambiado nada porque no he hecho nada por cambiar. Y es que ni me he dado cuenta, realmente, de que van pasando los días.

Entre semana no tengo tiempo para hacer absolutamente nada. Nada de lo que quisiera, nada de lo que debiera.

El despertador suena entre las siete y media y las ocho menos cuarto. Remoloneo en la cama hasta las ocho, a veces diez minutos menos, a veces cinco minutos más. Rutina de aseo, de vestirme con la ropa que dejé preparada la noche anterior. Hidratante en la cara, rímel en las pestañas, sombra oscura en los párpados, un toque de colorete. Café con leche que caliento en el microondas, dos galletas, todo de pie en la cocina al mismo tiempo que saco del frigorífico el sandwich para el mediodía. A veces lo preparo en el momento porque por la noche no saqué tiempo o ganas de hacerlo. Sandwich y alguna galleta o similar a la bolsa donde también llevo o debería llevar una botella de agua, o a bolso los días en que me toca llevar el equipo informático. Vuelta al baño, dentífrico y cepillo para los dientes, cepillo y peine para el pelo. Terminar de arreglarme: collar, pendientes. Terminar de maquillarme: labial y retoque en las pestañas. Calzado, a veces anillos. Bufanda, abrigo, móvil al bolso. Última visita al baño. Comprobación casi compulsiva de cierre de espita del gas, del desenchufado de la cafetera. Salir por la puerta, ser consciente de que cierro la puerta con los cuatro giros de llave…

Esto tan monótono es mi rutina matinal.
El resto del día es igual de monótono.
Muchos días llego a más de las nueve de la noche.

Acumulo cansancio. No como fruta fresca. No sé si bebo suficiente agua.
Acumulo ropa en el piecero de la cama, en el taburete del dormitorio.
Acumulo todo tipo de cosas en las dos mesas del salón.
Acumulo tareas pendientes.
Acumulo de todo y me faltan ganas, ánimos, sueños, deseos.

Cada mes planeo y planifico que el próximo será diferente. Que lo empezaré ordenando mi entorno y mi vida.
Cada mes me encuentro con que nada ha cambiado.
Cada vez tengo menos ganas.
Y más cansancio.

domingo, 2 de marzo de 2025

Y marzo, de nuevo.

 Dos meses sin escribir.

El portátil no me lo pone fácil. Cuando tengo ganas de escribir un rato, lo enciendo, me siento delante de la pantalla, consigo que al quinto intento no se quede bloqueado…, se pone a actualizar en el momento más inesperado y puede estar así horas (y horas libres y disponibles no es lo que me sobran precisamente).
A veces no es una actualización, sino que va lento y tarda en cargar los sitios a los que quiero ir. Entonces me tumbo en el sofá, esperando…y ya no vuelvo a mirar si finalmente cargó del todo. Y me termino quedando dormida.

Vivo en estado de agotamiento.

Tampoco me pasa nada tan importante como para ser escrito.
No quiero hablar…escribir, sobre algunas cosas. Aún no estoy mentalmente preparada para recopilar todo lo que he terminado reconociendo que estaba pasando mientras yo quería creerme otras cosas, mientras me creía sus mentiras (porque no quería verlas, porque no tenía por qué mentirme y por eso no me creía algunas cosas que en realidad veía tan evidentes). No, aún no.
Sigue doliendo demasiado.
Sigue costándome demasiado levantarme cada mañana, cuando ya no hay nada a lo que querer llegar, cuando el futuro será repetir la rutina que fue cualquier día de la semana pasada o cualquiera de la semana que viene.

Casi dos meses sin escribir.
Y marzo, de nuevo.

domingo, 5 de enero de 2025

Queridos Reyes Magos...

 Queridos Reyes Magos,

martes, 24 de diciembre de 2024

Fun, fun, fun.

 Veinticuatro de diciembre, fun, fun, fun…

martes, 3 de diciembre de 2024

Lápices de colores.

 Estaba escribiendo un post desde hace un rato.
De repente, el sistema me ha preguntado si quería guardarlo. No sé qué habré respondido, pero el texto ha desaparecido. Y no ha regresado ni aún empleando el 'rehacer' (control+z).

Otro pequeño desastre a sumar a los acaecidos esta última semana.

No voy a intentar rehacerlo.
Me cuesta mucho sacar un rato libre y con el portátil a mano y funcionando. Ahora lo había sacado…

No consigo hacer nada que de veras me guste.

Tengo sobre la mesa de la oficina dos cajas de lápices de colores. Una al parecer tiene la peculiaridad de que son borrables, la otra combina en un mismo lápiz dos colores.
Simplemente están ahí. Una desde hace más de dos meses, la otra seguramente desde hace un mes.
No tengo tiempo ni para probarlas.
Pero tampoco me las traigo a casa. Supongo que porque al tenerlas en la oficina quiero creerme que las podré disfrutar en algún ratito. Pero sé que en casa no las emplearé nunca, nunca tendré tiempo y ganas para volver a dibujar. E irán a hacer compañía a otros muchos lápices de colores, lápices de dibujo de diferentes dureza, rotuladores, acuarelas, bolígrafos, pinturas de cera...

Y…, en fin: espero que el sistema no borre también este texto sin importancia.

sábado, 23 de noviembre de 2024

Más de 12 horas diarias de pantallas.

 Todo es rutina. Dar vueltas en la rueda del hámster. Vaciar el mar con un dedal. Sísifo subiendo cada día a la montaña la piedra que encontrará abajo al día siguiente y tendrá que volver a subir. Rutina agotadora y aburrida. Ver pasar los días. Ver pasar la vida sin molestarme siquiera a mirarla. En realidad creo que ni siquiera la veo pasar a estas alturas.


Solo tengo sueño, cansancio. Me duele la espalda, a veces mucho.

Durante el día a veces me apetece escribir. Se me ocurren cosas. Pero no tengo tiempo para hacerlo, sumergida en esa rutina poco productiva. Rutina de pantallas. Creo que estoy pasando más de 12 horas diarias mirando pantallas: ocho obligatorias como mínimo en el trabajo, seguramente otras dos entre trayectos de metro-renfe-bus para enterarme qué pasa en el mundo, muy probablemente otra si sumo el momentito de mirar el móvil al levantarme de la cama e ir al salón a desconectarlo del cargador, el intentar que el portátil se conecte y revisar el grupo de FB que coadministro, mirar un rato la televisión hasta que el sueño puede conmigo y me quedo dormida en el sofá.
Más de 12 horas diarias de pantallas para ni siquiera hacer nada que realmente me guste.

No sé absolutamente nada de él.
Desde finales de septiembre, casi ya dos meses, no ha intentado contactar conmigo.
No hay un solo día en que no piense en él, en que no piense en llamarle, en que no me quite la idea de hacerlo porque sé que si lo hago ni se molestará en coger el teléfono (sí: la excusa de la mala cobertura. La mala excusa de la mala cobertura que hasta me llegué a creer en algún momento). Y sabré que simplemente y otra vez más estará ignorándome, menospreciándome. Y ya no quiero más desprecios disfrazados de… de qué más da.

Casi las doce de la noche de un sábado más, tan monótono como otros muchos. Pasados y futuros.

Un día escribiré sobre lo mucho que tardé en darme cuenta de que consiguió que me quedase en casa los sábados, esperándole, incluso cuando no tenía intención alguna de verme, ni siquiera de llamarme.
Pero será otro día.
Quizá hoy ya sea hora de desconectar de las pantallas.